martes, 6 de septiembre de 2011

EL OBSERVATORIO FIEL

Fidel Herrera Beltrán
Actuar ya para detener la pobreza y la inseguridad
 
La desaceleración económica en Estados Unidos ha cambiado por completo las expectativas de crecimiento para México en lo que resta del año y para el 2012. Se olvidan quienes diseñan las políticas económicas de nuestro país que el factor externo puede trastornar los planes de desarrollo interno y así lo demuestran los hechos: los mercados bursátiles retroceden, las multinacionales repliegan sus inversiones y las entidades financieras internacionales ajustan sus previsiones de crecimiento a la baja. En las últimas tres semanas se han generado expectativas económicas poco alentadoras para el futuro inmediato de la nación.
Ante un crecimiento del 1.6 por ciento del Producto Nacional Bruto (PNB) estadounidense, inferior a lo esperado, el Banco de México pronostica que la economía mexicana crecerá medio punto porcentual menos, es decir, sólo 3.5 por ciento con relación al Producto Interno Bruto (PIB). En los hechos, esa diminución representa que dejarán de generarse en el próximo año alrededor de 100 mil empleos.
Es un hecho que México está rezagado en competitividad respecto a otros países que promovieron reformas estructurales hace veinte o treinta años y que en el nuestro siguen pendientes. Hoy más que nunca es urgente modernizar e innovar las instituciones del Estado para que impulsen la eficiencia, la competitividad y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas que finalmente son las que generan el 75 por ciento de los empleos en nuestro país.
Por el lado del imperio de la ley, el escenario tampoco se presenta alentador. El Gobierno Federal aparenta saber hacia dónde se dirige, pero los resultados indican que vamos por otro camino. La inseguridad jurídica es un factor que inhibe las inversiones al generar escenarios inciertos. Los empresarios requieren de un sistema judicial que dirima las controversias de manera clara y transparente, por lo que su actual opacidad desalienta el crecimiento. Así lo muestra el hecho de que la Inversión Extranjera Directa se haya contraído de manera reiterada en la última década.
Este panorama sugiere que la crisis económica que se asoma en Europa y en Estados Unidos hará sentir sus efectos con mayor intensidad en el 2012, por lo que veremos en los próximos meses si las políticas del Gobierno Federal en turno fueron las correctas para evitar el impacto externo. No podemos evitar que nos afecten las fluctuaciones, vivimos en un mundo globalizado, pero lo que sí podemos hacer es crear las bases para que la economía las resienta con menor intensidad, sobre todo en lo que corresponde al fortalecimiento del mercado interno y a la creación de empleos. El gobierno federal se empeña en promover la paradoja de una economía con indicadores económicos generales positivos, pero con variables económicas familiares negativas y que identificamos en el crecimiento galopante de la pobreza. El tema de la distribución del ingreso ha quedado rezagado, nadie lo expone, pero sigue siendo un tema prioritario de la agenda nacional.
Fortalecer la clase media, revertir la crisis y guiar el país por una senda cierta de progreso se reduce a dos elementos fundamentales: más inversión y mayor impulso a la producción competitiva. Cuando el Banco de México apunta que es necesario “cambiar la estructura de incentivos por una que conduzca a mejoras en la productividad y permita detonar mayor inversión en diferentes sectores de la economía”, habla de incrementar la capacidad de los mexicanos para hacer más cosas en menor tiempo y a eso se le llama especialización y desarrollo de competencias humanas para el trabajo.
También requiere romper las distorsiones del mercado interno que detienen el crecimiento. Recientemente el Senado de la República, con el impulso de los priístas, aprobó reformas a la Ley de Competencia, que sin duda modifican las barreras de entrada que imponen los monopolios a los nuevos competidores, con lo cual confiamos en que se avanzará en la modernización que el país requiere.
Los gobiernos de la alternancia suponían, por su perfil de derecha, que sabrían impulsar el desarrollo empresarial, generando las condiciones para que la inversión creciera y los negocios proliferaran, pero les ha costado casi dos sexenios darse cuenta de que las buenas intenciones no corrigen los problemas estructurales de la economía nacional. Ante esto, es urgente brindar más facilidades a los mexicanos para abrir nuevas empresas y ayudarlos a sobrevivir al difícil primer año, no es sólo incubar negocios, sino también encaminarlos.
México no tiene una estrategia integral para enfrentar las injusticias internas ni las crisis externas. Se trata de evitar el ciclo perverso que multiplica la pobreza, extingue la clase media y hace más desigual la repartición de la riqueza.  Necesitamos el diseño de nuevos modelos que permitan amortiguar los efectos de la desaceleración de la economía mundial y sus crisis recurrentes. Insisto, lograrlo pasa necesariamente por un reordenamiento e integración regional de las cadenas productivas que eleven la productividad y fortalezcan el mercado interno.   
Pero sobre todo, el país requiere promover condiciones propicias para el crecimiento económico y la generación de empleos, así como democratizar, de una vez por todas, el acceso a las oportunidades a las que tienen derecho los mexicanos.